Publicado originalmente en: https://iddocente.com/educar-igualdad-prevenir-violencia-genero/
Las Naciones Unidas definen la violencia contra la mujer como “todo acto de violencia de género que resulte, o pueda tener como resultado un daño físico, sexual o psicológico para la mujer, inclusive las amenazas de tales actos, la coacción o la privación arbitraria de libertad, tanto si se producen en la vida pública como en la privada”.
Para prevenir la violencia de género desde la educación, conviene recordar que el sexismo que la origina está estrechamente relacionado con la ancestral división del mundo en dos espacios: el público, reservado exclusivamente para los hombres; y el privado, el único en el que podía transcurrir la vida de las mujeres. Para favorecer dicha división, se enseñaba a cada individuo a identificarse con la mitad de los valores: los masculinos o los femeninos, como si fuera imposible aspirar a todos. Además de exigir la renuncia a la mitad de los valores, se le obligaba a identificarse con la mitad de los problemas. A los hombres con la violencia, la falta de empatía, la tendencia al dominio y al control absoluto de otras personas; y a las mujeres, con la dependencia, la debilidad, la sumisión y la pasividad. Para favorecer esta dualidad, se separaba a los niños y a las niñas en contextos educativos diferentes.
Las causas de la violencia contra las mujeres se encuentran en la discriminación de género, las normas sociales y los estereotipos que la perpetúan. En vista de los casos dramáticos y las secuelas negativas que la violencia tiene en las mujeres, los esfuerzos se han concentrado en ofrecer información a ellas en general, y servicios a las víctimas en particular. Sin embargo, la mejor manera de contrarrestar la violencia de género es prevenirla tratando sus orígenes y causas mediante la educación en igualdad a niños y a niñas.
La prevención debe comenzar en las primeras etapas de la vida, mediante la educación de los niños y las niñas que promueva las relaciones de respeto y la igualdad de género. El trabajo con jóvenes es la mejor opción para lograr un progreso en materia de prevención y erradicación de la violencia de género.
Decálogo para educar en la No Violencia
Para educar en la No Violencia, se nos propone un decálogo que se puede empezar a trabajar con niños y niñas desde los cinco años y que resumimos a continuación:
- Observar y escuchar a los niños y a las niñas. Detenernos a escuchar qué conceptos manejan respecto a los géneros y qué actitudes tienen cuando se relacionan con sus iguales, para saber a qué nos enfrentamos.
- Destruir los prejuicios desde edades tempranas. Cuando afirman algo categóricamente hay que responder con una pregunta: ¿por qué? Al tratar de razonar el prejuicio, éste acaba autodestruyéndose.
- Pulir las ideas que tengan los niños y las niñas como válidas y certeras. Debemos ajustar sus afirmaciones y sus comportamientos. Además, debemos hacerles comprender que las generalizaciones inducen a error.
- Implicar a los niños y niñas en todo tipo de labores. Asignarles responsabilidades o actividades cotidianas que tradicionalmente han sido consideradas “cosas de mujeres” o “cosas de hombres”.
- Compartir la información. Poner en común la información que nos llega. Esto genera, primero, un hábito de conversación, un punto de encuentro diario en el aula. Además, nos ayuda a entender cómo son, qué ven, qué piensan y cómo se sienten.
- Reconocer y comprender nuestras propias limitaciones en cuanto a género. Hemos sido educados en una sociedad que, igual que hoy, pretendía asignar un rol a cada sexo. Tenemos que reaprender algunos hábitos machistas, y para eso tenemos que mirarnos con ojo crítico.
- Limitar el acceso de los niños y las niñas a estímulos nocivos. Diseñar un acceso sensato a los contenidos multimedia que nos llegan a través de las tecnologías, tutorizarlo y reflexionarlo o criticarlo. Debemos procurar que el momento de la televisión lo compartan con la familia, y tenemos que responder a cualquier pregunta que les surja respecto a aquello que están viendo, incluidas las “incómodas” sobre sexualidad o relaciones entre hombres y mujeres.
- Jugar a juegos universales. Los juegos tradicionales que compartíamos niños y niñas, juegos que no necesitan herramientas, ni roles definidos. Pensamos, por ejemplo, en el pañuelo, la gallinita ciega, el rescate… Encuentros fundamentalmente divertidos que no entienden de géneros ni pasan de moda.
- Dar ejemplo como adultos es esencial. Los patrones de comportamiento se heredan, y no es sencillo desligarse de esta influencia. Evitemos roles, tópicos, lugares comunes respecto al género, y dejemos que vayan creando sus propias opiniones desde el respeto y la empatía por lo diferente.
- El aprendizaje no se acaba nunca. Para enseñar hábitos, debemos aprender a ser, saber ser. El papel que se le ha asignado a la mujer no funciona, y nos corresponde enmendarlo.